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Artículo: Nutriendo el protagonismo de los jóvenes en la escuela

El actual escenario de crisis sanitaria, económica, medioambiental y social, nos hace reflexionar sobre las oportunidades y los hábitos de vida y consumo que estamos proporcionando a estos jóvenes y, más que eso, pensar en la dirección que estamos siguiendo como sociedad.

El Día Internacional de la Juventud nos invita a reflexionar sobre las oportunidades y los hábitos de vida y consumo que estamos proporcionando a los jóvenes

BRASÍLIA, 12 de agosto de 2021. Hay unos 1.800 millones de jóvenes, de los cuales 165 millones están en América Latina y el Caribe. Se trata de una parte importante de la población, sobre todo teniendo en cuenta su potencial de cambio. El actual escenario de crisis sanitaria, económica, medioambiental y social, nos hace reflexionar sobre las oportunidades y los hábitos de vida y consumo que estamos proporcionando a estos jóvenes y, más que eso, pensar en la dirección que estamos siguiendo como sociedad.

En este escenario, la escuela es un espacio muy importante para consolidar la cultura, incluyendo la alimentaria y el Derecho Humano a la Alimentación (DHAA). Los programas de alimentación escolar bien planificados y ejecutados, que ofrecen alimentos adecuados y saludables, han demostrado su gran potencial como promotores del conocimiento de los sistemas alimentarios y como referencia de hábitos saludables, no sólo para los estudiantes, sino también para sus familias. Entre estos hábitos, destacamos el mayor consumo de frutas, verduras y hortalizas y la menor ingesta de alimentos altamente procesados.

La experiencia de más de una década de cooperación internacional en América Latina y el Caribe para promover la política de alimentación escolar ha demostrado que existe un círculo virtuoso entre la educación, la seguridad alimentaria y nutricional, la salud y el desarrollo social. Al contribuir a la mejora de la nutrición y la calidad de la enseñanza y el aprendizaje, la alimentación escolar incide directamente en el desarrollo de las condiciones físicas, cognitivas, psicosociales y de vida de los adolescentes y jóvenes.

A su vez, permite a estos jóvenes reflexionar y afrontar mejor los retos de su generación, como la obesidad, el hambre, la pobreza, la desigualdad social, el cambio climático y las crisis sanitarias ocasionales. Es una forma de empoderar a la juventud como sujeto social y construir con ellos los caminos que llevarán a su comunidad y a su país a alcanzar los objetivos de desarrollo sostenible.

En un breve análisis, podemos decir que la política de alimentación escolar, entre otros muchos beneficios, contribuye a la promoción de la igualdad de género y a la capacitación de los jóvenes rurales. Por ejemplo, en varios países, el suministro de alimentos atrae a las niñas a la escuela, lo que contribuye a reducir el matrimonio infantil y los embarazos de adolescentes. En el caso de los jóvenes que viven en zonas rurales, la venta de alimentos para la escuela favorece su permanencia y el desarrollo económico del campo. Así, además de mejorar la dieta, la alimentación escolar mejora la condición social de este segmento de la población.

Este escenario positivo permite que los jóvenes se sientan protagonistas del conocimiento y se conviertan en multiplicadores en los distintos círculos sociales en que viven. Este protagonismo es esencial, sobre todo si contamos con transformar las relaciones que actualmente se establecen entre el ser humano y la alimentación, el medio ambiente y la cultura.

En América Latina y el Caribe, 85 millones de estudiantes se benefician de las políticas de alimentación escolar. Es para consolidar esta política que la Cooperación Brasil-FAO trabaja con 21 países desde 2009, fomentando programas sostenibles, continuos y universales. Para ello, ya alcanzó a más de 20.000 profesionales de diferentes niveles de gobierno, con distintas metodologías y actividades.

Por estas razones, se puede afirmar que la alimentación escolar es una herramienta política capaz de fortalecer comportamientos y elecciones saludables y sostenibles, así como estimular el liderazgo de los jóvenes, quienes, al comprender su potencial para promover cambios, contribuirán a redirigir el curso de la historia e impactarán positivamente esta y las próximas generaciones. Un logro y un beneficio para todos.