En el Día Internacional de las Mujeres, nuestro homenaje va a quienes son el alma, el cerebro y el corazón de la alimentación escolar.
Najla Veloso*
Hay más de 335 millones de mujeres en América Latina y el Caribe, de las cuales alrededor de 65 millones viven en zonas rurales, según estadísticas del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA). Ellas conviven con una historia de lucha y conquistas desde siempre. En este Día Internacional de la Mujer, es inmenso nuestro deseo de visibilizar cuánto las mujeres marcan la diferencia en la historia del mundo, de la sociedad, de la familia, de la escuela y, especialmente, de la política de alimentación escolar.
En la escuela siempre las encontraremos, sea en la figura de la madre que lleva al niño, la abuela que cuida al nieto, la maestra que los reciben, la directora que gestiona los estudiantes, la nutricionista que guía el menú, la cocinera que lo prepara, la madre voluntaria, la ayudante de limpieza que cuida del ambiente, la niña y adolescente estudiante, la agricultora familiar que produce el alimento o la gestora de políticas a nivel municipal, departamental o nacional.
En la vida son mujeres que trabajan dos, tres o cuatro turnos. En la alimentación escolar son el alma, el cerebro y el corazón. Por eso, nuestro homenaje de hoy va a quienes se han involucrado en la tarea de producir, educar, preparar, gestionar y entregar alimentos a más de 87 millones de estudiantes en América Latina y el Caribe.
Aproximadamente la mitad de ese número son niñas, adolescentes y jóvenes que están cambiando su cultura, nutriendo sus cuerpos, aprendiendo sobre la cadena alimentaria y construyendo las bases culturales y alimentarias de esta y la próxima generación. De hecho, la política de alimentación escolar se ha encargado de garantizar la comida principal del día a unos 5 millones de este total de niñas.
Sea como estudiante, docente, nutricionista o agricultora, estas mujeres tienen una gran posibilidad de impactar en los indicadores de desempeño escolar, en los índices de deserción escolar, en la obesidad, en el sobrepeso, en las enfermedades crónicas no transmisibles, en el consumo de alimentos procesados y ultraprocesados, además de brindar ingresos para mantener a miles de familias.
Son grandes mujeres en un desafío gigantesco. Son las protagonistas de la suntuosa cadena que mueve toneladas de comida que cada día llegan a miles de colegios y al plato de más de 387 millones de estudiantes en todo el mundo. Son ellas quienes, junto con sus compañeros, establecen las reglas de lo que se producirá, venderá y comerá en casa, en la calle y en la escuela.
Que este año estén más cerca de conseguir la autonomía, la igualdad de trato, la paridad en las condiciones de trabajo, la convivencia social y, sobre todo, la libertad de ser lo que quieran ser. Que estén libres de todo sesgo discriminatorio. Que puedan elegir qué quieren estudiar, dónde vivir y qué construir sobre su historia. Que estén vivas y protegidas en todos y cada uno de los espacios, ya que su lugar está en la casa, en la escuela, en la calle, en el campo, en el mercado de trabajo rural o urbano, en otro país. Donde quieran estar.
Que, como Naciones Unidas y los gobiernos, trabajemos aún más para garantizar a las estudiantes una mejor alimentación en el hogar y en la escuela, la igualdad de oportunidades, la igualdad de derechos y la justicia social. Y así, en definitiva, que todas las niñas, adolescentes y jóvenes escolares, todas las trabajadoras de la educación, todas las madres de estudiantes, todas las productoras y todas las mujeres seamos igualmente protagonistas en el desarrollo, la paz y la construcción de la sociedad que queremos.
En este día de reconocimiento internacional, dejamos constancia de nuestro homenaje a las mujeres latinas y caribeñas, en la certeza de que ningún cambio sustancial en la sociedad pasará más allá de su intensa y competente actuación.
Najla Veloso es coordinadora regional del proyecto de alimentación escolar de la Cooperación Internacional Brasil-FAO