Paulo Beraldo
Brasilia, Brasil, 10 de junio de 2025 – Desde 2012, el gobierno colombiano trabaja por la salvaguardia de los saberes culinarios tradicionales, involucrando a comunidades indígenas, afrodescendientes y campesinas en zonas rurales y urbanas. Como parte de ese esfuerzo, el curso “Alimentación Escolar como estrategia para la realización progresiva del Derecho Humano a la Alimentación Adecuada” formó a 71 jóvenes de más de 20 departamentos del país
Esa propuesta fue desarrollada conjuntamente por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en Colombia, el Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes, con el apoyo de la Red de Alimentación Escolar Sostenible (RAES), reforzando la visión de que la alimentación es un derecho fundamental —y que los jóvenes son actores clave del cambio.
La RAES es una iniciativa de cooperación Sur-Sur trilateral ejecutada conjuntamente por la Agencia Brasileña de Cooperación del Ministerio de Relaciones Exteriores (ABC/MRE), el Fondo Nacional de Desarrollo de la Educación (FNDE/MEC) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Objetivos
El objetivo del curso fue fortalecer las competencias de los jóvenes para reflexionar y actuar en sus comunidades como agentes de cambio, promoviendo una cultura alimentaria como una estrategia hacia el DHAA. Al final, los jóvenes desarrollaron un proyecto con propuestas para fortalecer la cultura alimentaria en sus entornos locales.
¿Por qué trabajar con los jóvenes?
Según Laura Arévalo, especialista de la FAO en Colombia, este trabajo tiene la premisa de que la cultura alimentaria es fundamental en la historia de un país y está vinculada al derecho a una alimentación saludable y sostenible, en armonía con la cultura y el medio ambiente. Además, se considera la importancia de fomentar el liderazgo en sus comunidades para que ellos se conviertan en agentes de cambio.
“Enfocarnos en los jóvenes es importante porque ellos tienen un papel clave como agentes de cambio para proteger y difundir la cultura alimentaria, apoyando a productores locales, aprendiendo recetas tradicionales y siendo más conscientes de lo que consumen. El enfoque conectó la alimentación escolar con la justicia social, configurando una propuesta que forma, sensibiliza y transforma. Al final, hablar de comida es hablar de derechos”.

La alimentación escolar y el derecho humano a la alimentación
Mónica Pulido, asesora del Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes, compartió que con este curso se buscó que la cocina tradicional y los saberes ancestrales asociados a ella, sean parte de la educación de esta población juvenil, incorporando el reconocimiento de recetas locales y visibilizando datos y experiencias sobre la alimentación.
“En el curso, socializamos resultados, se intercambiaron saberes y recetas. Por lo tanto, la alimentación escolar también se convierte en espacio de transmisión cultural, de modo que evitemos la pérdida del patrimonio culinario y podamos fortalecer el Derecho Humano a la Alimentación desde la visión cultural. Así, la cocina se vuelve motor de identidad, educación y transformación social”. Para Laura Arévalo, fue una idea innovadora presentar la alimentación escolar y el derecho humano a la alimentación desde el contexto de la cultura en la vida de los jóvenes.
Aprendizajes clave del curso: jóvenes, virtualidad y acción pedagógica
Entre las principales lecciones aprendidas a lo largo del curso, Laura y Monica destacaron:
- Trabajar con jóvenes en la virtualidad es posible y también necesario, pese a que haya dificultades con conexión en algunos contextos. Vencer el miedo a la virtualidad fue señalado como un paso fundamental para ampliar el alcance de las acciones formativas.
- Es fundamental tener creatividad para utilizar herramientas que no sean 100% virtuales.
- Tener un enfoque multidisciplinario: la alimentación no es responsabilidad exclusiva de un solo sector del gobierno. Es un tema transversal que requiere colaboración entre diversas áreas.
- El valor del trabajo pedagógico es central, especialmente cuando se utilizan herramientas y metodologías interactivas.
- Involucrar a los jóvenes en estos procesos de diálogo y formación es esencial, ya que representan tanto el presente como el futuro.
- Darle protagonismo a los y las jóvenes e impulsar la construcción conjunta de conocimientos fortalece el compromiso y la participación.
- Combinar teoría y práctica se reveló como un diferencial importante para conectar con este público.

Organización del curso
El curso se desarrolló en cuatro sesiones temáticas centradas en el DHAA. La primera abordó los fundamentos del enfoque de derechos humanos y los aspectos conceptuales del DHAA, subrayando su importancia en el contexto actual. También se exploraron las conexiones entre el derecho a la alimentación, la cultura alimentaria y el rol de diversos actores en su promoción y defensa.
Otro eje de formación fue la participación comunitaria, analizando cómo cada persona puede convertirse en agente de cambio dentro de su ambiente. Se destacó el valor de la cultura y la memoria alimentaria, reconociendo prácticas tradicionales y saberes locales, así como el reconocimiento de quienes hacen posible la alimentación desde el cuidado alimentario.
La sesión final se enfocó en los ambientes alimentarios y la educación alimentaria y nutricional, presentando estrategias concretas para incidir en la transformación de realidades locales desde el liderazgo de los jóvenes a través de la formación y el conocimiento. El curso tuvo una duración de seis semanas, con una carga total de 30 horas distribuidas en clases sincrónicas semanales (1 hora y 30 minutos), actividades asincrónicas (2 horas semanales) y el desarrollo de un proyecto final (10 horas).