En una comunidad indígena Asháninka de Perú, Nolberto Castañeda lanza las semilla del cambio en su realidad
Paulo Beraldo
Para el maestro Nolberto Castañeda, no hay dudas de que el centro escolar debe ser el centro de desarrollo de una comunidad. Debe apoyar a los niños, niñas y jóvenes que estudian allá, debe ayudar a mejorar sus hábitos alimentarios y debe ayudarles a poder soñar con un futuro más grande. “La escuela debe iniciar este proceso de desarrollo para apoyar a su comunidad”, dice.
Es por eso que él viene trabajando todos los días en la institución educativa ‘Alejandro Antenor Gómez’, ubicada en la comunidad nativa Unión Puerto Asháninka, Distrito de Pangoa, provincia de Satipo, en Junín. Una escuela con 73 estudiantes de comunidades aledañas indígenas Asháninkas.
Nolberto comparte la experiencia de implementación de educación alimentaria y nutricional (EAN) en su escuela, donde el huerto se ha convertido en un entorno de aprendizaje orientado a la acción, con enfoques productivo y pedagógico. “Con los huertos escolares tenemos más probabilidad de obtener y consumir verduras y hortalizas durante el desayuno y almuerzo escolar”, comenta.
Y el impacto del huerto no se limita solo a la nutrición. También influye positivamente en los hábitos alimentarios desde una edad temprana, mostrando correlaciones con mejoras en el rendimiento académico en asignaturas como educación para el trabajo, ciencia y tecnología, matemáticas y comunicación.
Acciones
Nolberto cuenta que, al instalar el biohuerto en la escuela, se realizan varias actividades, entre las cuales: el manejo y conducción de cultivos de hortalizas con aplicación de materia orgánica y capacitaciones para los estudiantes de los 5 grados del nivel secundaria, quienes tienen la oportunidad de desarrollar habilidades en el trabajo de campo junto con el profesor.
En la actualidad el biohuerto tiene 500m² y ahí se produce tomate, cebolla, pepino, rabanito, yuca, perejil, verdolaga, hierbas aromáticas, entre otros. “Todo es consumido por los estudiantes para mejorar su alimentación y nutrición”.
Para Nolberto, esa es una manera de que los estudiantes adquieran competencias para el cultivo de plantas para el consumo humano en el marco de una dieta alimentaria para la conservación de la salud, el medio ambiente e incluso actividades económicas.
Capacitación a maestros
Nolberto fue uno de los participantes destacados del curso ‘Educando para lograr entornos escolares saludables y sostenibles’, apoyado por la Cooperación Brasil-FAO y desarrollado por el Gobierno de Perú. En su charla, presentó con un ‘antes y después’ el trabajo que ha hecho en su escuela en la comunidad indígena Asháninka, en la selva de Junín. Fueron mejoras en el almacén, en el comedor y en la cocina escolar, en el biohuerto escolar, en el galpón de gallinas, entre otras.
Explicó que después del curso se hicieron capacitaciones en lavado de manos e higiene personal, y se trabajó con madres que preparan los alimentos en buenas prácticas de manipulación y alimentación saludable. “Haber seleccionado a los docentes que forman parte del Consejo de Alimentación Escolar del Programa Nacional de Alimentación Escolar-Qali Warma fue un gran acierto. Somos los directamente involucrados con la alimentación escolar en las instituciones educativas”, evaluó.
Nolberto dijo que como docente tiene los objetivos de fomentar las capacitaciones a estudiantes y padres de familia en EAN y vincular el huerto escolar a la práctica pedagógica cada vez más.
“Gracias al curso, hago la réplica de lo aprendido, transmitiendo mis conocimientos a los estudiantes tanto en teoría como dentro del aula y en las prácticas al aire libre en el biohuerto. Quiero que este tema se extienda más. Por eso hago que los estudiantes apliquen los conocimientos en sus casas con sus familias, donde cada estudiante debe tener un huerto. Y el estudiante que obtenga las mejores verduras u hortalizas, recibe un puntaje más alto, como una forma de recompensa”.
